miércoles, 24 de diciembre de 2008

Vísperas de Navidad en la Uni

Éste es mi pequeño regalo de Navidad para todos mis queridos castaños; la felicitación la tenéis en el correo. Espero que ambos os gusten.


Guardo unos recuerdos muy frescos sobre los últimos días antes de regresar a casa por primera vez desde Cheste. Recuerdo que la excitación iba en aumento a medida que se acercaba el día de la partida y se iba alimentando con pequeños detalles que todos seguíamos como un ritual. Me refiero a que la mayoría teníamos un calendario en el que íbamos tachando los días que faltaban para marcharnos a ver a nuestras familias. También el ambiente se iba caldeando con los villancicos sonando en todos lo colegios, desde nuestras flautas y por megafonía en los dormitorios. Nos esforzábamos en decorar nuestras habitaciones con los escasos medios de que disponíamos y elaborábamos largas cadenas de papel cuyos eslabones habíamos unido con aquellas diminutas grapadoras que comprábamos en el bazar o hacíamos con el papel de plata de las chocolatinas que nos daban en el comedor.


De pronto circulaba la noticia de que habían puesto las listas de las expediciones y todos corríamos a verlas arremolinándonos para leer la nuestra en persona; no nos valía que otro nos dijera la fecha y hora de salida, parecía como si al verlas con nuestros propios ojos nos acercáramos algo más a casa. ¡Qué emoción saber exactamente que nuestra expedición saldría desde la Plaza de Docentes del jueves a las 12 de la noche! ... Aún así, cada vez que pasábamos por delante de las listas volvíamos a repasarlas no fuera que hubieran cambiado algo y nos quedáramos en tierra.


Cualquiera de esos días últimos aparecían las maletas que habían estado recogidas amontonadas en el cuarto del hall cerca de las habitaciones de los tutores. A partir de ese momento ya todo eran carreras y nervios; aunque faltaran aún dos o tres días teníamos que ir preparando la maleta, no fuera a ser que llegáramos tarde a Docentes.


Y el mismo día de la marcha tengo grabada la imagen de cientos de niños sentados sobre sus maletas en la misma Plaza de Docentes o por los alrededores, esperando su autobús y disfrutando de la marcha de otros compañeros. Recuerdo incluso que llegábamos a saltarnos la comida o la cena anterior permaneciendo allí desde varias horas antes de la salida de nuestra expedición.


Esta foto es de la Laboral de Córdoba y los chicos quizá sean algo mayores que éramos nosotros, pero sirve para ilustrar mi recuerdo...


El viaje era largo y solíamos realizarlo por la noche, supongo que para evitar excesivas molestias al conductor y al tutor que nos acompañaba. Pero estábamos tan excitados que no podíamos dormir. Como era lógico alguno se mareaba y vomitaba. Nunca olvidaré ese olor que hay en todos los autocares mezcla entre plástico, polvo, vómito y gas-oil. Aún hoy, cuando raramente subo a uno de ellos, me sigue viniendo la imagen de muchas caras de niños ilusiondados, a través de ese olor inconfundible.


Al llegar a casa estábamos unos cuantos días como en estado catatónico, tratando de aclimatarnos de nuevo a la vida hogareña, a los espacios que nos parecían tan pequeños comparados con los de la Uni y recibiendo especiales atenciones de los nuestros. Era tánto lo que teníamos que contar que muchas veces no sabíamos por dónde empezar. Éramos el centro de atención de familiares y vecinos; todos nos preguntaban cómo nos había ido por ese colegio que la mayoría no sabía ni dónde estaba ni cómo se llamaba.


Pocos días después, cuando ya habíamos cogido el ritmo en casa veíamos que nuestra madre colocaba de nuevo la maleta encima de la cama y empezaba a poner ropa alrededor... y sentíamos ese vacío en el estómago que sólo se pasaba cuando volvía a arrancar el autocar de regreso.


Os animo desde aquí a recordar aquellos días emocionantes y que creo que nunca olvidaremos.

Pepe :-)

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